El
lugar: A orillas del mar de Galilea; la problemática: Una multitud
muerta de hambre. En esta ocasión, dado cierto problema, Jesús le
preguntó a uno de sus discípulos qué podía hacer éste al
respecto.
La
Biblia relata: “Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran
multitud que venía hacia él, le dijo a Felipe: —¿Dónde vamos a
comprar pan para que coma esta gente?” (Juan 6:5 NVI).
Quien
alguna vez ha tenido la oportunidad de ser voluntario y repartir
comida, sabe qué tan difícil es primero conseguir y luego
distribuir los alimentos a unos pocos cientos de personas. Imagínense
ahora a miles reunidos, probablemente cansados y sobretodo
hambrientos, es como alimentar a un pequeño pueblo o aldea. Los
individuos no siempre son organizados, y manejar esa magnitud de
gente sería tarea de varios. Sin embargo, Jesús le pregunta a uno
solo, “¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente?”
Las
dos respuestas que recibe más adelante refleja en gran medida lo que
sucede en nuestros corazones cuando Dios nos asigna una tarea. La
primera, que la da Felipe, fue: “Ni
con el salario de ocho meses podríamos comprar suficiente pan para
darle un pedazo a cada uno”
(V. 7). Yo no estaba cuando sucedió esto, pero me imagino a Felipe
pensando, «Señor,
son demasiadas personas; es imposible
que podamos alimentarlos a todos».
¿Cuántas
veces no nos hemos sorprendido a nosotros mismos diciendo algo así
como “yo no puedo hacerlo” o “esto es demasiado para mí solo”;
tal vez alguna vez han pensado “quiero servir en la iglesia, pero
no sé hacer nada”. Nos aferramos a un razonamiento humano, basado
en lo que creemos que podemos lograr o lo que no. Nos limitamos a
nosotros mismos y limitamos las obras que Dios puede realizar a
través de nuestras vidas.
La
segunda respuesta proviene de Andrés, hermano de Simón Pedro. Él
dice: “Aquí
hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero
¿qué es esto para tanta gente?”
(V. 9). Aquí vemos algo interesante. Verán, la respuesta de este
discípulo a la situación fue semejante a decir «Señor,
aquí hay algo, pero no es suficiente, es lo mismo que no tener
nada».
¿En cuántas ocasiones hemos reconocido que podemos hacer las cosas
meramente bien, pero que no da abasto para lo que se requiere? Por
ejemplo, “canto un poco y me gustaría estar en alabanza, pero es
que no alcanzo tonos muy agudos”; o, tal vez, “Los niños me
gustan, pero no tengo la paciencia necesaria para enseñarles en la
escuela dominical”.
A
diario ponemos excusas para no usar los dones y talentos con los que
el Señor nos ha provisto. ¿Pero se han preguntado qué pasaría si
dejáramos lo poco que sabemos en manos del Señor? En los versículos
del 11 al 13 obtenemos la respuesta:
11Jesús
tomó entonces los panes, dio gracias y distribuyó a los que estaban
sentados todo lo que quisieron. Lo mismo hizo con los pescados.
12Una
vez que quedaron satisfechos, dijo a sus discípulos: —Recojan los
pedazos que sobraron, para que no se desperdicie nada.
13Así
lo hicieron, y con los pedazos de los cinco panes de cebada que les
sobraron a los que habían comido, llenaron doce canastas.
Si
nos ponemos al servicio de Dios, y permitimos que nos use para su
obra, seremos como el siervo fiel que entregó a su amo el doble de
dinero que éste le había dejado a su cuidado. Siempre que en
nuestro corazón el principal objetivo sea expandir el reino de los
cielos, entonces el Señor usará lo que somos y nos hará crecer
espiritualmente hasta que termine la obra que empezó.
Esencia de la Vida Cristiana
ResponderEliminarIntegridad, sensibilidad social, una vida plena de valores, ser libres de malos hábitos, amar a Dios, cuidar nuestro entorno, educación, etc., son demandas actuales, que la vida hace a una persona para vivir con éxito. Cualquier programa de gobierno o de trabajo en entidades públicas o privadas incluyen estas demandas, aunque solo sea en su discurso.
Pero, los cristianos podemos aportar a la sociedad en que vivimos, todo el legado espiritual que contiene nuestra fe. Basados en la palabra, nos dirigimos hacia la Biblia, donde encontramos historias que promueven valores, demanda integridad, sensibilidad y entrega para el débil y el que sufre, promueve la superación y educación, y combate el fanatismo.
Para nosotros, la Biblia no es un libro de mandamientos con la intención de complicarnos la vida. Para el verdadero cristianismo, los mandamientos bíblicos tienen el propósito de conducirlo a vivir valores y nunca centrarnos solo en vivir una vida llena de mandamientos y leyes.