miércoles, 27 de febrero de 2013

Dios quiere le tomes la mano

        Dios es el que me ciñe de fuerza, y quien despeja mi camino. 2 Samuel 22:33
        ¿Por qué te desalientas? ¿Por qué te alejas de la paz del Señor? La paz que sobrepasa todo entendimiento no trata ni su objetivo primordial es eliminar tu problema, sino más bien que en tu problema permanezcas completamente confiado en nuestro Padre, quien nos ama; y aun cuando a veces caminamos por un pasillo sumamente estrecho, oscuro y sin aire, Él nos dice: «Ya casi, no temas, que hasta en este sendero yo estoy contigo. Tal vez no me veas, pues la luz es escasa, por eso te pido que aunque no me estés mirando, te aferres a mi mano extendida y me permitas caminar junto a ti».
        A veces Dios no se deja ver con tal de que le tomemos la mano.

domingo, 24 de febrero de 2013

Nuestras circunstancias



Dios permite nuestras circunstancias por una razón. Para nosotros muchas veces es bastante difícil aceptar las situaciones como una etapa de aprendizaje y crecimiento, confiando en que para cada golpe y herida Dios tiene una cura. La tercera ley de Newton establece que para una acción hay una reacción de igual magnitud; yo creo que detrás de cada acción hay una lección que nos hace crecer proporcionalmente a la magnitud de nuestro problema.

Entonces, ¿qué hacemos? Tal vez esta pequeña oración nos de la respuesta: “Por tanto me agarraré de ti y no temeré al temor, ni huiré de la angustia; sino más bien me apoyaré en ti, buscaré tu rostro, y en medio de mis tribulaciones llenarás mi corazón de tu perfecto gozo”.

jueves, 7 de febrero de 2013

¿Dónde horneas tus brownies?



A mí me encanta la pastelería;  no solo el comer esos bocadillos deliciosos, sino también hacerlos. Un día quise hornear unos brownies para unos amigos de la iglesia, y muy contenta llevé conmigo todo los materiales y utensilios necesarios. Iba tan confiada por sentirme preparada para la tarea. Cuando llego a casa de mis amigos empiezo a realizar los preparativos y  dejar lista la mezcla. Olía buenísimo; yo pensé “vaya, esto te va a quedar rico de veras, Esmeralda”.  Pero entonces sucede algo inesperado, al encender el horno  tuvo lugar una pequeña explosión por exceso de aire y gas (lo habíamos puesto a precalentar antes, se había apagado y no nos dimos cuenta). 

En fin, tuve que ir con una de las presentes a su casa para usar su horno. La temperatura nos hizo una mala jugada: en la superficie se quemaban y debajo quedaban sin cocer. En este punto se me querían salir las lágrimas. Regresamos a donde los demás y se comieron el brownie, dijeron que estaba bueno aunque no se veía tan bonito (si uno de los presentes aquella noche lee esto, que sepa que lo o la llevo cerca del corazón).

¿A qué voy con todo esto?  Pues que el fracaso de mis brownies fue que simplemente cambié de horno. Me aventuré a lo de afuera, y aunque esto no es en absoluto malo cuando se trata de cocina (es más, le animo a aventurarse a la cocina de su vecino siempre y cuando cubra parte de los gastos), ¿qué sucedería si dejara su “horno” espiritual en busca de otros “hornos”? ¿Qué sucede cuando se cambia la “temperatura” precisa que nos moldea el alma por experimentar otro clima? Pues que irremediablemente en lugar de obtener la obra maravillosa del “pastel” espiritual que Dios está preparando en usted, solo “horneará” una versión distorsionada por el pecado de lo que su vida debió haber sido.