Leyendo
sobre el nacimiento de Jesús, específicamente en Lucas 1:5-38, me he encontrado
con algo muy interesante y que posee relación con nuestra actitud como
creyentes hacia lo que entendemos que es imposible. Según el relato bíblico, tenemos al ángel
Gabriel apareciéndose delante del sacerdote Zacarías, anunciándole una promesa
sobre el nacimiento de un hijo, a quien más tarde conocemos como Juan el
bautista. Sin embargo, el sacerdote duda.
Lo
que me llama la atención es que aun siendo él quien era, irreprensible a los
ojos de Dios y justo, como se le describe en el pasaje, dudara de la palabra
que el Señor había dispuesto para su vida. Entonces me hace preguntarme,
¿cuántas veces no hemos puesto en cuestionamiento el dominio del poder de Dios sobre
nosotros y nuestras situaciones aun conociendo quien Él es?
Estamos
hablando de que Zacarías era un hombre justo, y en la Biblia no se da el
calificativo a la ligera. También recordemos su oficio de sacerdote, es decir
que es un estudiado de las escrituras; él conocía una situación similar (me
refiero a Abraham y Sara). Por el relato sabemos que Zacarías perdió el habla
hasta que la profecía se cumplió.
Si
continuamos leyendo, a partir del versículo 26, vemos que este mismo ángel se
le aparece a María, quien será la madre de Jesús, y declara en su vida un hecho
imposible: concebir sin conocer varón. Ahora bien, es la actitud que adopta
esta virgen ante lo imposible que marca la diferencia entre ella y el sacerdote
Zacarías. En lugar de desconfiar, y creyendo lo que el ángel Gabriel le dice, “37porque nada hay imposible para Dios”, María
obedece y dice que sea la voluntad de Dios hecha en su vida.
Lo
que podemos concluir de esto, es que el factor que determinará qué tanto Dios
haga lo imposible en y con nosotros, dependerá de qué tanto estemos dispuestos
a creer y hacer la voluntad de nuestro padre. Por favor, recordemos quién es el
Dios al que adoramos.