Un
cachorro triste es un cachorro enfermo. Todo el que tiene o ha tenido un perro
sabe que estos animalitos siempre están llenos de vida, entonces, cuando
pierden el ánimo que les caracteriza y permanecen cabizbajos, en algún lugar
remoto de la casa, sin querer hacer nada ni comer, sabemos por instinto que
algo anda muy mal con nuestro can. Hace tiempo yo tenía un cachorro (lo llamábamos
Chango) que era bien vivaracho y listo, me encantaba jugar con él. Sin embargo,
un día no quiso levantarse de su cama. Pensé que simplemente no estaba con las
ganas de corretear ese día. Lamentablemente él siguió así en los días
siguientes y cuando lo llevé al veterinario ya era demasiado tarde. Recuerdo
entonces las palabras del doctor: “Un cachorro triste es un cachorro enfermo.”
Se
preguntarán por qué les cuento esta anécdota. Buen punto, ya lo explico.
Hermanos, a veces, en nuestros corazones, somos como ese cachorro triste que se
aleja y deja de comer y beber, y ya no quiere hacer nada. Estamos enfermos pero
nadie a nuestro alrededor puede ver nuestro corazón para curarlo. Dios te hace
la invitación y toca la puerta. Él es quien conoce el interior de las personas
y tiene potestad para sanar y libertar. De parte de nosotros queda el
levantarnos del sillón y atender al llamado. Nuestro Señor es paciente, pero
puede ser que al igual que a Chango llegue un momento en que sea demasiado
tarde. Un corazón triste es un corazón enfermo. Permitamos que nuestro Salvador
nos cure el alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario