A
veces me he cuestionado qué tanto de lo que escribo proviene de mí y qué tanto
es lo que desciende del Reino. Y qué bonito es cuando lees la palabra y te das
cuenta de que lo que acabas de escribir lo redactó un salmista hace ya casi tres
milenios con el mismo pesar y la misma esperanza que depositó éste en el Señor.
De
mi pluma sale: No te entristezcas, hija. Yo conozco los deseos de tu corazón y
no me son ajenos. Espera en mí aunque a veces parece que no te doy respuesta.
Debes de entender que te estoy preparando para el momento preciso. Seme fiel y
te prometo mis maravillas, espérame y nunca te arrepentirás. Ora y vela por mi
Reino que yo me encargaré del resto. Yo cumplo, no fallo, YO SOY.
De
la pluma del salmista: “Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa
de la conmoción de mi corazón. Señor, delante de ti están todos mis deseos, y
mi suspiro no te es oculto.” Salmos 38:8-9. Continua luego el versículo 15: “Porque
en ti, oh Jehová, he esperado; Tú responderás, Jehová Dios mío.” Y concluye
bellamente con los versículos 21 y 22: “No me desampares, oh Jehová; Dios mío,
no te alejes de mí. Apresúrate a ayudarme, oh Señor, mi salvación.”
Amén.
Señor, que no me aparte yo de tu camino y por siempre ande en tu luz. No me dejes caer pues sin ti no soy nada. Tu voluntad hazla en mí, y como Tú quieres que yo sea transfórmame hoy.
Dios a puesto en ti un don para escribir y te inspira a escribir sobre El, no tengas miedo el guiara tu mano y pondra en tu corazon las palabras que el desea toquen a otros. Dios siga bendiciendo tu vida.
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