viernes, 9 de noviembre de 2012

9 de Noviembre 2012



Se sentó junto a él sin previo aviso, no porque mantuvieran fuertes lazos de amistad, sino porque Dios así se lo pidió. Miguel apenas ladeó el rostro cuando Rafael tomó asiento, enarcó las cejas a modo de saludo y luego continuó escribiendo en su ordenador.

— ¿Qué haces? —dijo Rafael.

—Estoy posteando un mensaje en Facebook— dijo Miguel, mirándole de soslayo sin detenerse.

— ¿Ah sí? —replicó interesado—, ¿y sobre qué?

Miguel resopló y rápidamente giró la cabeza hacia el lado contrario para ocultar un mohín. Después cerró el ordenador, lo puso en la silla continua y luego se dirigió a Rafael.

—Es sobre las protestas contra la reforma fiscal. Estaba convocando gente.

Rafael  lo observó por un momento, se llevó la mano a la boca en gesto pensativo y luego preguntó—: ¿Contra qué vas a protestar?

—No le estoy entendiendo, hermano— dijo Miguel mientras cruzaba una pierna sobre la otra —. Se lo acabo de decir.

—Sí— desestimó Rafael con un vaivén de la mano—, pero me refiero a el por qué. ¿Qué te motiva a protestar?

Miguel puso expresión incrédula para luego transformarla en una condescendiente.

—Creo que el alza desmesurada de los impuestos es una razón válida— contestó.

— ¿Y por qué te preocupa el aumento de los impuestos? — siguió cuestionándole Rafael.

— ¿Cómo que por qué? —espetó Miguel quien ya empezaba a molestarse— Todo subirá; el margen entre ganancia y gastos se va a reducir. El pueblo no lo va a soportar.

— ¿Por qué? —volvió a decir Rafael.

—Óigame Rafael— dijo indignado—, yo sé que usted tiene dinero, pero la reforma nos afecta a todos. Maritza está embarazada y no sé cómo me las arreglaré para alimentar otra boca.

—Ah— dijo Rafael en un tono de disimulado triunfo, como quien descubre a un tramposo—. Es que no confías en Dios.

— ¿Qué? —preguntó Miguel aturdido, con un halo rosa tiñéndole las mejillas. Rafael se cruzó de brazos y suspiró. Sabía exactamente lo que le tenía que decir.

—Mi querido hermano— empezó—, nuestro Dios es un Dios de justicia, y como hijos suyos tenemos hambre y sed de esa justicia. Si vas a protestar por la reforma que sea porque la justicia del cielo te quema con indignación y dolor para con el prójimo, y no porque tengas miedo por lo que has de comer y beber. Si es lo primero, bendito seas porque te mueve el juicio divino, si es lo segundo detente un momento y pregúntate: ¿Te motiva la justicia del cielo o el miedo al porvenir? Esto último no te hace mejor que los incrédulos que no esperan en  el Señor.




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