jueves, 22 de noviembre de 2012

La grandeza de su creación



Al abrir la ventana el viento zarandea mi rostro, obligándome a esconderlo tras la manga de mi batín de seda.  Una vez me acostumbro a las pequeñas punzadas gélidas de la corriente de aire, me siento en el alfeizar y abrazo las rodillas al pecho. No hay luna esta noche; sin embargo, el cielo se corona de un centenar de estrellas titilantes. A primera vista todas parecen destellar con el mismo fulgor blanquecino, pero si se les observa detenidamente se ven los matices rojos, naranjas y azulados que se alternan entre sí para conformar una danza colorida y vibrante. A lo lejos se extiende una cadena montañosa que encierra el valle donde vivo; de día parecen gigantes vestidos de verde con sombreros blancos, y en su sombra se abrigan las casas de los leñadores de la villa. 

A esta hora el ruido pierde su voz. Los niños duermen y se entregan al mundo de los sueños, mientras que sus padres y abuelos deciden también descansar. El olor a hierba silvestre se intensifica y el perfume a madreselva penetra los resquicios de las ventanas, endulzando las camas de aquellos que dormitan. De vez en cuando se escucha el rasguñar de un cachorro que pide asilo para pasar la noche, y su posterior ladrido de agradecimiento cuando le abren las puertas.

 Entonces mi corazón se hincha ante tanta hermosura y me pregunto cómo hay algunos que niegan la mano de un artista detrás de toda esta belleza. Cuando observo el ímpetu del agua en el río o a las mariposas descansar en un arbusto, o a los pajarillos trinar dulcemente y a las grandes aves surcar los cielos, sé, sin que me quepa duda alguna, de que todo cuanto existe fue creado por Dios.

1 comentario:

  1. Me encanto me recordo mis visitas al campo, o cuando voy a Constanza o Jarabacoa y me hago esa pregunta, como pueden dudar de Dios ante tanta belleza.

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