viernes, 28 de diciembre de 2012

El Huerto Maravilloso



Sin santificación no se obtienen frutos. Solo por el toque del Espíritu Santo se puede lograr exterminar aquellas actitudes y comportamientos que envenenan nuestra alma. Únicamente al permitir que el Espíritu de Dios nos transforme, es cuando veremos en nuestras vidas frutos dignos de arrepentimiento. El mejor ejemplo que puedo darles es una historia donde se muestra a la perfección esta mecánica. 

Había una vez un huerto donde abundaba el pasto, los riachuelos y cuyo firmamento era siempre azul y nunca se volvía de noche. Los hombres que llegaban a esa llanura, fascinados, pedían quedarse a vivir en ese lugar. El cuidador del huerto les respondía que podían quedarse allí con la condición de que se volvieran árboles que dieran fruto. Algunos de esos hombres, temerosos por las palabras que dijera el cuidador, dieron la espalda y regresaron por donde habían venido. Otros recibieron el toque del cuidador para transformarse en árboles, pero al ser un proceso tan doloroso, también dieron la espalda y regresaron por donde habían venido. Por último, hubo un grupo de hombres que se dejó transformar por el cuidador del huerto, y soportando el proceso de santificación, se volvieron árboles frondosos que dieron abundante fruto; pues estos tenían en su corazón la mirada fija en pertenecer al huerto maravilloso que regresar a las tinieblas de donde habían salido.


Foto: Omar Ureña

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