lunes, 3 de diciembre de 2012

No permitiré



No permitiré que me sea arrebatada la bendición, la paz, el amor y la sabiduría que solo viene a través de Jesucristo. A aquello que me turba cada vez, sin excepción ni tregua ni descanso, que me persigue como depredador hambriento, como serpiente que se retuerce en mis entrañas y golpea las columnas de mi templo; a eso, a eso le digo que no permitiré… NO permitiré que me arrebate lo que Dios tiene para mí. 

Me niego a jugar en las artimañas del enemigo, me niego a dejarme llevar por intenciones débiles y pueriles, me niego a vivir esta situación por segunda vez. Yo hoy declaro la grandeza de Dios en mi vida. Y a ti, destructor, te digo, que aquel que me respalda es más grande y más poderoso que tú. No te equivoques que mi Papá es Rey.

Cuando he caído ha sido por la liviandad de mi corazón, por mi endeble voluntad; pero ¡oh gloria!, hay uno que transforma los corazones y los hace de carne. Bendito Jehová, eres fiel. Durante la alabanza lo pude ver claramente, una imagen de cielos abiertos y un Dios amoroso extendiendo su mano, y un único mensaje: levanta tu mano para que te pueda tocar. Él está aquí, la invitación está hecha, ¡levanta tu mano! ¡Vence en Cristo!

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